Aquí en Chilpancingo la calle Morelos va, desde el jardín central, hasta el panteón. Los que ahora somos viejos, ya estamos caminando hacia allá. Llevamos con nosotros muchas vivencias, algunas experiencias y muchísimos recuerdos. En mis recuerdos están el número de habitantes en la década de los 50´s. Memoricé, en la clase de civismo de secundaria, que Chilpancingo, capital del Estado, tenía una población de 12,267 habitantes. Éramos una pequeña ciudad. Las calles estaban limpias porque, desde muy temprano, las barrían todos. No había inseguridad.
Aunque los habitantes de cada casa hubieran salido, las puertas y ventanas permanecían abiertas. Los que estábamos en edad de noviar, alagábamos a nuestras novias con serenatas con guitarra a medianoche. No había miedo de salir a cualquier hora. No había tiendas de autoservicio. Las tiendas eran pequeñas, con mostrador y atendidas por sus propietarios. El único mercado se llamaba Nicolás Bravo. Estaba en el centro. Muy temprano vendedores y compradores estaban activos. Allí había algunas fondas en que servían alimentos, sobre todo, a estudiantes que venían de otras partes.
Había muy pocos restaurantes. Los chilpancingueños comían en sus casas. Incluso los domingos en los que algunas famosas cocineras hacían guisos especiales, los vendían para llevar. Los restaurantes, en mayoría, estaban ubicados en los pocos hoteles. Eran para los viajeros o para los empleados del gobierno que venían de otras partes. Los jueves, por disposición federal, se cerraban los comercios en las tardes. En esas tardes se salía el campo con la familia.
Eran famosas las tardes de Toronjil.
Amigos y familiares, en despoblado, hacían té de toronjil y lo tomaban oyendo canciones o poemas. El Toronjil era la carta de presentación de Chilpancingo. Por su abundancia olía nuestra ciudad a toronjil en las tardes. La palabra Chilpancingo es náhuatl y quiere decir toronjilar. No quiere decir lugar de avispas. El río Huacapa corría limpio. Había muchos pequeños peces y lirios en las orillas. Llegué a ver venados bebiendo agua. Las pozas más concurridas eran “El Golfito”, “La Perica”, “La Quebradora” y la más grande y honda la del “Ahuejote”. Esta última estaba frente al vivero Villa Carmen. Fue en la década de los 60´s cuando se empezó a comer pozole verde los jueves. Antes el pozole blanco sólo se comía los domingos en las mañanas.
Ahora que hace frío me vienen añoranzas. Los divorcios eran pocos. Los hijos sin padres eran unos cuantos. No había vulgaridad en el vocabulario y muchas enfermedades que hay ahora no existían. Por supuesto, había cosas negativas. De ellas hablaré pronto.
