El primero de enero fue muy triste. Los soldados estaban en casi todas las esquinas de Chilpancingo. Hacía mucho frío. Los soldados gritaban a cada rato ¡alerta! Casi nadie caminó por las calles en las primeras horas. Al medio día el centro empezó a llenarse de gente. Acomodaron diecinueve féretros en la banqueta de la iglesia de la Asunción y, después, empezó la caminata por la calle Morelos. Ya iban hacía al panteón. Eran miles.
Yo había sido miembro del Comité de Huelga y, desde el 23 de noviembre, los mismos soldados habían rodeado nuestro edificio. Yo, afortunadamente, quedé afuera y, por acuerdo del Comité de Huelga, me hice presidente del Subcomité de Huelga. Fui quien más contacto tuvo con el pueblo y las organizaciones que nos apoyaban.
Chilpancingo era una pequeña ciudad de menos de veinte mil habitantes. Estaba constituida por cuatro barrios y la colonia Vista Hermosa que empezaba a poblarse. El apoyo popular fue increíble. Los estudiantes habíamos sabido comunicar y convencer a la gente sobre la necesidad de la Autonomía de la Universidad. Me emocionaba, me conmovía, que personas muy humildes estaban allí con nosotros desafiando a las armas militares. Pedíamos la Autonomía y la desaparición de los poderes estatales por sus agresiones y por no aceptar otorgarnos la autonomía.
Yo tenía una amiga llamada Silvia en la Ciudad de México. Le escribía todo lo que sucedía en Chilpancingo. Recibí una carta de ella en la que me dijo que quien nos agredía no era solamente el Gobernador sino el presidente de la República. El presidente es el jefe del ejército. Si los soldados los agreden es el presidente quien lo ordena.
Fueron los soldados quienes dispararon contra el pueblo ese 30 de diciembre de1960. Yo vi caer y morir a la mayoría de esos diecinueve. Sentí intensamente esas muertes. Murieron por conquistar la Autonomía de la Universidad de Guerrero.
Los poderes del estado fueron desaparecidos el 4 de enero de 1961.
Esa misma semana viajé a Chilapa para ver a mis papás. Recuerdo y siento mucho la conversación con mi papá.
-¿Qué van a hacer? Me preguntó
-Terminó el movimiento. Todo va a cambiar. Le dije
– No te hagas ilusiones. Todo seguirá igual. Quién puso a Caballero Aburto ha puesto al sustituto. El cambio de personas no soluciona nada. Debe ser cambio de sistema.
-Te digo que todo va a cambiar en la Universidad. -afirmé-
-No lo creo. -me dijo-. Ustedes los estudiantes tuvieron un triunfo político. La consecuencia será la politización de la Universidad. La palabra autonomía, poco a poco, perderá su significado. En poco tiempo ni siquiera la podrán definir. La corrupción de la clase política es como el cáncer. Todo lo invade. Todo lo pudre. Quizá yo no lo alcancé a ver. Tú sí. La Universidad que has soñado se empapará de politiquería. Cuando ustedes los estudiantes de ahora sean viejos, andarán sufriendo decepción. Además he conocido a muchos que fueron idealistas y han caído en la corrupción…
-¿Estás pensando que yo puedo caer?
-No. Tu formación no te permitirá caer pero te impulsará a apartarte.
Así me dijo mi papá hace, exactamente, sesenta y cuatro años.
