Un amigo, muy joven, me preguntó de golpe ¿Qué sientes al ser un viejo de ochenta y cinco años? Yo nunca había pensado en que tener ochenta y cinco era ser viejo. Sí, tengo esa edad, pero eso no quiere decir que esté en la vejez. Sigo trabajando en la oficina, en mi librería y en mi principal oficio. Sigo escribiendo. En las mañanas hago ejercicio y en las tardes camino. Convivo con mucha gente joven y tengo proyectos y metas. Es cierto. Muchas cosas físicas que antes hacía ya no puedo hacerlas, pero no me afecta. Sencillamente no las hago.
Estoy convencido de que somos lo que pensamos. Si yo pensara y sintiera que soy viejo por tener muchos años, sería viejo de veras. Pero como no lo pienso, no lo soy.
Un amigo de mi edad me habló de las elecciones y concluyó diciéndome que eran las últimas elecciones presidenciales que viviríamos. ¿Por qué? Pregunté. Porque dentro de seis años ya no estaremos aquí -me contestó-. ¿A dónde vamos a ir? Yo no pienso viajar a ningún lado -le dije-, se rio.
Tampoco pienso en la muerte. Tengo muchas cosas que hacer. Ya “embaracé” a mi cerebro con el tema de una novela. Mi propósito es publicarla el año que viene. El cartel “Así somos…” sigue saliendo mes a mes, gracias a un equipo dedicado a la investigación, redacción y distribución. En este cartel publicamos la historia, costumbres, tradiciones y vida diaria de ciudades y pueblos de Guerrero. Lo hacemos desde hace treinta y tres años. Mi oficio de vendedor de libros se ha convertido en un reto. Las librerías no son muy visitadas por compradores. Hacer ferias del libro es un paliativo. Los libreros las hacemos frecuentemente. Mi participación es activa, entusiasta porque creo que la solución a los problemas sociales está en el cambio de mentalidad de cada uno de nosotros. Los libros, son el medio más eficaz para lograr ese urgente cambio mental. Un pueblo sin libros es un pueblo sin libertad, fácilmente manipulable. Mi oficio del librero tiene una meta social. No es solamente económica. Viajo mucho a través de los libros. Leo y viajo por países y por épocas pasadas. Durante los dos años de pandemia no salí físicamente, pero fui a todos lados a través de la lectura.
¿Qué siento por ser viejo? Me preguntó mi joven amigo. La contestación no la sé. Le aconsejé que les preguntara a muchos que deveras lo son porque en su pensamiento ya les llegó la vejez
