Cultura

Entre el rescate del arte al desnudo y la masacre en Tlatelolco

En 1967 fui al Café París para ver a mis amigos entre ellos, a Silvia la joven pintora que como yo, gustaba de la compañía de la gente mayor. Silvia dijo que había terminado el desnudo de una señora cuyo esposo le había pagado muy bien. ¿su marido permitió que su esposa posara desnuda? ‐preguntó alguien-.

Por supuesto, contestó Silvia. En el arte no hay disfraces ni vanidad. En el desnudo hay autenticidad. Hay verdad. La humanidad se falta al respeto cuando censura al desnudo. Por esta censura hay tantas desviaciones, complejos y prejuicios. El arte rescata al desnudo de la morbosidad y de la vulgaridad. El desnudo es libertad…

El 12 de septiembre de 1968 volví a ir a México y también al Café París. Allí estaba Silvia con mis amigos. Tenía en sus manos muchos volantes en los que se invitaba a la gente a participar en la Manifestación del Silencio del día siguiente -viernes13 de septiembre-. Ayúdame a repartirlos -me dijo-. Salimos a la calle y los repartimos. Silva me pidió que la acompañara a esa Manifestación.
El movimiento estudiantil en México inició el 22 de julio. La policía agredió despiadadamente a estudiantes de la preparatoria “Andres Ochoterena” y a estudiantes de la vocacional 5 del Politécnico. En la primera semana de agosto el movimiento había crecido enormemente. Gran parte de la población apoyaba a los estudiantes.

A las cuatro de la tarde llegué a Chapultepec. Silvia me puso una gasa en la boca y me la pego con cinta adhesiva. Nos agarramos de la mano e iniciamos la marcha hacia el zócalo. Cientos de miles sin hablar. Era un silencio que se metía por dentro y provocaba una emoción difícil de explicar. El zócalo se inundó de ruido de pasos. Las bellísimas construcciones de la catedral y el palacio nacional me parecieron pobres, insignificantes. Silvia también las veía. Son instituciones dominadoras a través del miedo a las llamas del infierno y a las balas del ejército y de la policía. Me dijo. Al otro día regrese a Chilpancingo.

El primero de octubre Silvia me habló por teléfono: mañana tendremos una manifestación en Tlatelolco. Me gustaría que vinieras. Te espero a las dos de la tarde en Sanborns de Madero. No fui. Ese 2 de octubre, allá en Tlatelolco fueron masacrados los estudiantes.

En diciembre volví a ir a México y por supuesto, fui al Cafe París. Mis amigos allí se reunían casi a diario. Estaban todos pero no Silvia. Estaba otra joven pintora que ya se había integrado. Pregunte por Silva.

¿No sabes? Yo misma la identifiqué dijo la joven pintora. Tenía un balazo en la cabeza. Fuimos juntas a esa manifestación. Me dijo que tu vendrías y te esperamos en Sanborns. De unos helicopteros salieron luces y entonces empezaron los disparos. Corrimos y por la multitud nos separamos. Yo daba vueltas como loca. Corría y regresaba porque no encontraba salida. Por eso la vi. Estaba tirada boca arriba con un hilito de sangre en la cabeza. No pude detenerme. La muchísima gente que corría me arrastro hasta que pude salir. No hemos sabido nada.

Han pasado 53 años. Sigo sintiendo intensamente aquel 2 de octubre
Si tienes una historia, denuncia, fotografía o información para compartir con nuestros editores, escribe a: redaccion@elreporterogro.com o al Móvil: 045-74-75-09-38-75

Queda expresamente prohibida la publicación, retransmisión, distribución, venta, edición y cualquier otro uso de los contenidos (incluyendo, pero no limitado a, contenido, texto, fotografías, audios, videos y logotipos) sin previa autorización por escrito de El Reportero una edición de Editorial Tiempos del Sur S.A. de C.V. Chilpancingo de los Bravo, Guerrero. Implementado por: Happy Web

Ir Arriba