* Edgar Elías, el villano por grosero y déspota
* Aún se recuerdan esas anécdotas y vivencias
Por Jorge Valdez Reycen
–Tú, Chucho, ¿dónde naciste?
–En Acapulco.
–Dices eso porque quieres ser alcalde de allá. ¡Pero eres de Chilapa!
–¿Y tú, Ángel?
–Pues de Ometepec, ¡el bello Nido!
–¿Y tú, Enrique?
–De Taxco, la señorial ciudad platera, señor gobernador.
–¡Ah!, bueno entonces bájense Chucho y Ángel, porque voy a hablar con Enrique.
Y se bajaron del Volkswagen Corsar, color verde, en el cruce de las vías del ferrocarril, en la carretera Iguala-Taxco, cuando iba manejando a la platera ciudad.
El diálogo anterior se produjo entre José Francisco Ruiz Massieu con sus integrantes del gabinete.
El mandatario estatal era muy seco y directo en su trato con sus subalternos.
Todos los lunes convocaba a reunión de gabinete, los miércoles la agenda era en la Ciudad de México y los fines de semana los dedicaba a giras por el interior de municipios, pero significativamente en Acapulco.
Esos lunes había un secretario que acaparaba todas las críticas, penurias y falta de resultados, por su modo de ser intransigente, adusto y hasta grosero con los demás secretarios y secretarias de la administración. Era Edgar Elías Azar, el de Finanzas, quien se convertía en el villano y centro de las quejas. Era “duro” para el billete. Tenía a todos en su contra, por déspota, soberbio y francamente intratable. Hasta que recibía la orden directa del “jefe”, se abría la llave del recurso.
Ruiz Massieu, decían, gozaba con poner a pelear a su gabinete. Los tenía atentos a su chamba, sin distracciones. Era muy severo y hasta implacable, pero arreglaba los diferendos con bromas y hasta chistes, que causaban carcajadas en él. Un sentido del humor negro, cáustico, sarcástico. Pero también sabía ser afable y cordial, y eso desconcertaba más aún a sus discípulos de la “Nueva Política”.
Varias crónicas de esas riñas y pleitos inter secretariales las festinaba. Y también cómo regañaba a Edgar Elías Azar, era de todos los días. Pero ahí seguía. El de Finanzas era el malo de la película. Y lo fue del sexenio… y todavía después de eso. Fue el de mayor confianza, el de toda la confianza.
Mantener la armonía, la comunicación y la estabilidad del gabinete era de la mano de Ruiz Massieu.
Miguel Bello Pineda fue quien más sufrió con Edgar Elías. Pero sabía que era cosa de Pepe. Siempre lo supo.
De aquellas épicas reuniones de gabinete, claro que muchos tienen anécdotas y vivencias nostálgicas. Muchos entendieron ese flujo y reflujo, de un ejercicio de poder que sigue dando de qué hablar, a pesar de haber pasado casi tres décadas.
La forma de gobernar de JFRM dejó marcados a muchos, con ese fierro sexenal.
Hoy las condiciones son absolutamente distintas. Claro que no hay reuniones de gabinete donde los secretarios echen pestes contra el de Finanzas, ni tampoco éste sea objeto de señalamientos por ineficaz, grosero o invisible –por aquello que nadie lo ve—.
El gobierno de Astudillo tiene, al menos en el discurso del Ejecutivo, remembranzas y reminiscencias del de Ruiz Massieu. Y es que éste siempre dijo: “un gobernador debe tener carácter… no mal carácter”.