Dierésis

¡Mentadas al gobernador…por algo que no dijo!

*El nefasto oficio de la posverdad

Por Andrés Campuzano Marquina

redaccion@elreporterogro.com

@andrescampuzano

Si las noticias falsas son la actual plaga para el periodismo, la posverdad como columna vertebral de cualquier medio de comunicación es una enfermedad terminal. Diversos actores políticos en Guerrero, México y el mundo son ridiculizados partiendo de la malsana premisa de que en la democracia se debe soportar la burla y la posverdad con los puños apretados.

También, hay silencios que dignifican. Hay momentos en que uno debe ignorar ciertos comentarios para no fomentar el antecedente cultural marginal de esas personas. Pero este tema era uno que debía aclararse inmediatamente.

¡No! El gobernador no criminalizó a los estudiantes de Ayotzinapa desaparecidos desde aquella noche del 2014. Ese cruento episodio, indigno para la historia de Guerrero derivó en la caída del entonces gobernador Ángel Aguirre Rivero y del entonces alcalde de Iguala José Luis Abarca, preso al igual que su conyugué por permitir que su municipio se convirtiera en un feudo donde sentó sus reales el crimen organizado.

El recuento de los daños…

El pasado 3 de agosto un medio de circulación nacional, –que hace muchos años abandonó el prestigio de ejercer el periodismo con información exclusiva para instalarse en la comodidad del periodismo subjetivo, el de consigna, el que tuerce declaraciones y sucesos de políticos profesionales, funcionarios y empresarios; con el fin –propagandístico-  y de llamar la atención– aseguró en su sitio de internet que el gobernador dijo que los jóvenes desaparecidos en Guerrero, entre ellos los 43 normalistas de Ayotzinapa, participaban en acciones delincuenciales y que  atribuía la ola de inseguridad y violencia  a la pérdida de valores en las familias, aseguraba de manera  contundente ese medio de (des) comunicación. Esto durante la toma de protesta de los dirigentes del Club Rotario de Acapulco al que asistió como invitado el gobernador Héctor Astudillo.

Basta consultar la nota –propaganda- en la que irónicamente se transcribió lo que dijo el gobernador, para darse cuenta de que no mencionó a los estudiantes desaparecidos, ni criminalizó a todos los desaparecidos. Me recordó aquella frase lapidaria: ‘soy responsable de lo que digo, no de lo que entiendas’.

Lo que el gobernador sí dijo

“…y la seguridad o la inseguridad ha crecido derivado de la pérdida de los valores, muchos de ellos dentro de las familias. He tenido oportunidad de platicar con muchas organizaciones que están reclamando, que están buscando a familiares que en algún momento desaparecieron y tienen mucha razón en buscar a sus familiares, pero muchos de los familiares, muchos jóvenes desaparecieron, para decirlo con toda la claridad del mundo en esta oportunidad que tengo de conversar con ustedes, porque participaban en acciones delincuenciales desde muy jóvenes.

Eso por supuesto no quita el que una madre o un padre busque dónde está su hijo y a eso me refiero cuando palidecen los valores y yo creo que este tipo de organizaciones tiene mucho que ver en esta ruta de fomentar valores que fortalezcan a la sociedad.”

Asestado el golpe mediático, el 9 de agosto en la ciudad de Tixtla durante el desfile del 236 aniversario del natalicio del héroe suriano, el General Vicente Guerrero, los estudiantes de la Normal Rural Isidro Burgos de Ayotzinapa participaron en el desfile, detuvieron su paso frente al presídium, el secretario general del gobierno Florencio Salazar pidió a la banda de música que dejarán de tocar sus instrumentos,  comenzaron a gritar consignas reclamando el regreso de sus compañeros desaparecidos; durante 20 minutos el gobernador se mantuvo en pie, sereno, escuchaba los legítimos reclamos de los estudiantes y devino la mentada de madre.

Encarnó el gobernador aquel aforismo del ex mandatario José Francisco Ruiz Massieu: ‘Para tener poder es necesario tener carácter, pero no mal carácter. Si se tiene este último, se tuercen las decisiones del Estado, si se carece del primero las torceduras son más pronunciadas’. Demostró carácter mientras los futuros docentes le proferían mentadas de madre por algo que no dijo. Más aún cuando su familiar ya falleció.

Menudo lenguaje académico.

En este oficio uno tiene información privilegiada. La nota era –es- cuestionar al gobernador pedirle cifras y la información que tiene sobre el asunto. Pero, no, la tentación para abandonar el rigor de la certeza para suplantarlo con la posverdad, fue un bálsamo que prolonga el placer del sesgo.

Se diluyó la frontera entre la verdad y la mentira. El medio de comunicación responsable de esto redujo a cero el valor moral de la verdad y el rechazo a la mentira. El imperio de la pos- verdad es su bandera, su propaganda. Me lo contó mi padre, para él la verdad tenía un valor superior constituía una exigencia en cada una de sus notas y reportajes.  Fue el primer corresponsal de la revista Proceso en Guerrero, el director Julio Sherer en una ocasión le dijo: – ‘A un periodista no lo corrigen señor Campuzano’, en referencia a que la mentira en un trabajo periodístico derivaba en el rechazo del gremio y social.

Del descrédito, y de eso me advirtió: – ‘¡no hay vuelta atrás!’.

La eclosión de las redes sociales en internet globalizaron, sí, pero también generalizaron la información y con esto fragmentaron el monopolio, el filtro de los periodistas como mediadores de la misma. Ahora, cualquiera puede decirse periodista, montar un sitio de noticias falsas y ganar dinero. Falta la consolidación de este modelo para informar.

Luego, un ejército de troles y algunos ‘líderes de opinión’ festinaban la audacia, la gran afrenta. Lograron que las mentadas se multiplicaran en las redes sociales nuevamente por algo que no dijo el gobernador.

Entre más se descalifique, insulte, agravie o calumnie a nuestros gobernantes no es un indicador de libertad. Es la ausencia de raíces intelectuales, de que algunos ciudadanos prefieren insultar antes que cuestionar la verdad del medio en que se informan, y cuestionar e informarse por los canales adecuados.

La pos verdad es aceptar que no existe la verdad, que es moldeable y que importa más la opinión –subjetiva, siempre- antes que los hechos.

La pos verdad es un vuelco significativo y deplorable.

No hace mucho, durante un encuentro que tuve con el gobernador le mostraba una evaluación en la que su administración salía con muy bajo porcentaje en el tema de seguridad, intercambiamos puntos de vista y me dijo: -‘es algo por lo que trabajo, para contrarrestar esto, no me levanto todos los días con la intención de hacer daño a los guerrerenses’.

Es grave, lamentable que la apuesta sea desvirtuar este noble oficio. Pero llegará el día en que la neutralidad de algunos sea puesta aprueba cuando les llegue el turno de ser expuestos por algo que no dijeron.

¿Vocación, obligación, talento? Ambas a la hora de ejercer el periodismo. Las declaraciones polémicas se arrancan con talento, con vocación, por obligación ¡No se inventan! Tan deleznable como el que busca la recompensa por alabar al gobernante en turno, como aberrante el que, sin disimulos, muestra sus preferencias, sin honradez y desvirtúa la información.

El fatalismo sigue vigente en esta tierra suriana. Lo destacaba el secretario general de gobierno Florencio Salazar Adame en un texto: ‘Gobernar Guerrero es caminar todo el tiempo sobre la cuerda floja’. Y, sí.

Menuda libertad de expresión la nuestra.

¿No lo creen?

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