Opinión

Ante insultos, gobernador fustiga con tolerancia

 

Por Jorge VALDEZ REYCEN

TIXTLA, Gro.- Héctor Astudillo Flores pasó del discurso a los hechos en cuestión de escasos 12 minutos.
Los estudiantes normalistas de Ayotzinapa pusieron a prueba el temple, la mesura y la prudencia de un gobernador que, como orador único, momentos antes, había pronunciado el discurso oficial exaltando la figura del General Vicente Guerrero en la lucha por la consumación de la Independencia. Del héroe dijo que su valentía evitó miles de víctimas al pactar con Agustín de Iturbide.

Escasos 20 minutos después, ya iniciado el desfile del 236 aniversario del natalicio del héroe suriano, los normalistas desfilaron y pararon la columna frente al presídium de honor. Allí realizaron un improvisado mitin “pacífico” lanzando arengas, lamentos y protestas ante el representante personal de Enrique Peña Nieto, el secretario de SAGARPA, Baltasar Hinojosa y el propio gobernador Astudillo, acompañado por la totalidad del gabinete estatal.
Florencio Salazar Adame calló a la Banda de Música: “¡Ya no!”, les dijo y con los brazos extendidos los silenció.

Con el mentón hundido en el pecho, el gobernador soportó la retahíla de 124 estudiantes normalistas de nuevo ingreso todos a rape, como si fueran conscriptos del Ejército, que gritaban las consignas de sus compañeros de mayor grado. Era igual como cuando salen a correr los soldados y van cantando.


Astudillo permaneció de pie, con la mirada en cada uno de aquellos pelones. No se movió, ni hizo el intento de suspender el desfile: los escuchó, los entendió y hasta les aplaudió. Soportó hasta una mentada de madre, pero no perdió la compostura.

Fue el mejor homenaje de los últimos 4 años al héroe suriano, ya que se habían suspendido los festejos en Tixtla. Astudillo no mostró ningún gesto de enojo, contrariedad, disgusto. Los normalistas siguieron su desfile y los danzantes aparecieron, con tlacololeros, diablos, 12 pares de Francia y la fiesta continuó en Tixtla.

Fue la crónica del mejor homenaje a Vicente Guerrero, en Tixtla su tierra natal…
Rafael Navarrete fue el primero en darle un fuerte apretón de mano al gobernador. También lo hizo Hossein Nabor Guillén, el alcalde perredista saliente. Lo imitó Carlos de la Peña Pintos.

Baltasar Hinojosa intercambió algunos comentarios en corto: “No te preocupes, esto pasa”, le dijo. Astudillo repasaba con la mirada los contingentes después de aquellos tensos 25 minutos del Ayotzinapa-style.

Si alguien pensó que Astudillo suspendería el desfile y se levantaría del presídium en señal de “cerrazón” política, se equivocó rotundamente. La protesta-provocación durante un festejo cívico-militar no fue el marco para evidenciar lo que algunas mentes imaginaron malévolamente.
David Guzmán escribió unas letras apresuradas en uno de los personificadores. El gobernador leyó y rompió en pedacitos el papel y lo guardó en la bolsa derecha de su pantalón. No hubo necesidad de interrumpir nada del evento.

Los Ayotzinapos lograron atraer la atención mediática, pero lo demás… no les salió. Si acaso, quedó en un mal intento.

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