Fui invitado -como escritor- a San Miguel Allende, Gto. Decidimos -mi esposa y yo- viajar en autobús. Sin embargo, el día de la salida mi joven esposa lavó nuestro coche y me dijo: ya vi en mi celular por donde nos vamos a ir. Sin argumentar me subí al coche -yo no manejo-. A las ocho de la noche llegamos a Toluca. Siguió. Sugerí dormir en Toluca, pero siguió manejando. Me brincó el corazón cuando vi el letrero en la carretera: “Temascalcingo”. Ella me acaricio la cabeza y me sonrió. Llegamos a un bonito y cómodo hotel. Yo no pude dormir. Hacía setenta y un años que allí estudié. Los recuerdos me impidieron conciliar el sueño. Recordé a mis maestros -todos sacerdotes- Joaquín Sarmina, Everardo Llamas, Gustavo Coutolen Burgos, Antonio Macedo, Heriberto Herrera y al que más influyó en mí, Alberto Ascanio.
Me acordé de mi sotaministro Honorato. De mi compañero de pupitre, Esteban Saldaña y, también del enorme Melecio, de Cho Velázquez, del Oaxaco, del Pato Jaimes, de Javier López Po… de muchos compañeros de división y de clase. Tarsicio Castañeda era muy bien portado y estudioso. Lo admiraba con envidia.
Me acordé de El Chiflido, de la cancha de tenis, de la alberca y de los bellísimos paseos de los jueves y domingos. Eran al campo. Alguna vez a Tepetongo.
En el comedor – le decíamos Refectorio – se leían libros. Yo fui lector algunas veces. Recuerdo, porque me impresionaron las novelas “Los renglones Torcidos de Dios” y “La Mano Izquierda de Dios”.
Incursioné en el teatro. Nuestro director teatral fue Antonio Macedo. Nos presentamos en el teatro “Felipe Chaparro” de allí, de Temascalcingo y en Querétaro.
Conocí al canónigo Felipe Chaparro. Tenía una personalidad impactante.
Un diez de mayo festejamos a las mamás. Fueron muchas. También la mía.
Por supuesto, Temascalcingo, ahora, es otra ciudad. El río Lerma esta super contaminado y nuestro edificio es del ayuntamiento. Sin embargo, fui feliz viviendo en mi mente aquellos hermosos años.
Por cierto, Honorato se extraña de que yo diga Ascanio a secas. Quiero decir que, desde niño, me aparté de los formalismos. Sin embargo, pronuncio el nombre de Alberto Ascanio con gran respeto, con inmenso cariño y con gratitud. En los últimos meses de mi estancia en Temascalcingo platicó mucho conmigo. Tengo en mi cerebro y en mi corazón muchas de sus palabras. Han pasado setenta y un años. Los que entonces fuimos ya nos somos los mismos. He sostenido siempre que la diferencia ideológica no es obstáculo para la amistad. A nosotros, los egresados en Temas, nos unen recuerdos y el inmenso cariño hacia nuestra Institución. Tenemos los mismos valores. Yo me separaría de la vulgaridad y la maldad. Sigo viviendo igual que entonces. Me acuesto a las nueve y me levanto a las seis. Mis alimentos tienen horario y procuro honrar a quienes me formaron con una conducta honorable.


