Estos días son de clausuras escolares en todas partes. Hay discursos en los que se dice que se termina una etapa y se inicia otra en el aprendizaje. Papás y amigos felicitan al egresado y le desean éxito en su vida. La mayoría concibe al éxito con una situación económica alta. Éxito es tener mucho. Muchos jóvenes caminan soñando en ese éxito económico. Tener es la meta. Los que egresan deben saber que no es solamente la escuela la que enseña. La verdadera formadora de hombres y mujeres es la vida.
Debemos estudiar, debemos planificar nuestro desarrollo personal, pero entendiendo que el éxito no es tener sino ser. Nuestra mente debe saturarse de pensamientos positivos que nos impulsen a la acción. No solo es pensar. Es pensar y hacer. En nuestro propósito no deben estar las cosas y el dinero. En nuestra mente debe estar la persona positiva, honesta y trascendente que debemos ser. No se estudia ni se vive para tener.
Se estudia y vive para ser mejor y para servir.
Estudiar para médico, para ingeniero, para cualquier profesión es una meta positiva. Se ganará dinero en el ejercicio de esa profesión, pero en la mente del profesionista no debe estar el dinero sino el servicio que dará a sus semejantes. Es lo mismo para el artesano o el que ejerce un oficio cualquiera. Se vive de lo que se hace, pero se hace para servir.
Todos llegamos a hacer lo que pensamos ser. En nuestros pensamientos está nuestro destino. Por eso es importante cultivar y dominar nuestra mente. Los que ahora somos viejos, somos lo que somos porque así pensamos ser.
Quiero insistir en que el aprendizaje no termina en las puertas de la escuela. Debe aprenderse en todas partes. La meta no debe ser tener mucho sino servir. Y debo subrayar que debemos aprender para ser mejores. Pensar en el éxito y no en el fracaso. Pensar en la felicidad y no en la desgracia o en la tristeza. Pensar en la fe, en la seguridad y no en el miedo. Pensar y hacer es la clave.
Yo quiero asegurar que a mis escasos ochenta y cinco años sigo aprendiendo.
