
El ataque era premeditado. Apenas 24 horas antes, bajaron a pasajeros de un autobús de la empresa “Estrella de Oro” y se llevaron la unidad. Ahora fue el ataque directo, sin pedir negociaciones, ni diálogo ni nada… La violencia como método y estrategia de lucha social.
En silencio quedaron sus cánticos por los 43… ahora lanzaban cohetones, piedras, petardos, bombas y en el colmo de todo, un tráiler sin operador, sin frenos… contra la barricada humana de policías únicamente provistos de escudos… El tráiler de la empresa “Soriana” avanzó desde 400 metros arriba por la autopista del Sol y milagrosamente pasó por las aduanas para finalmente estrellarse en locales comerciales, sin que se reporten lesionados, sólo daños.
Los normalistas de Ayotzinapa lanzaban cohetones y “molotov” contra elementos de la Guardia Nacional que han cumplido exactamente una semana custodiando las casetas de cobro, que habitualmente los fines de semana tomaban los estudiantes y cobraban una “cuota voluntaria” de 100 pesos a cada automovilista, desde hace 10 meses por lo menos.
Estamos frente a una historia que se repite, una y otra vez, que se reedita en un guión grotesco, en una historia sin fin de violencia.
De los secuestros de autobuses hasta los ataques a las vías de comunicación y el desafío frontal, violento, explosivo, a las leyes y agresión a los cuerpos policiacos.
Esa es la historia de Ayotzinapa: la violencia antisistémica, la cuna de los guerrilleros y el reto a la gobernabilidad.
