
Mi hijo, segundos antes, disfrutaba los juegos en el Paseo del Pescador. Ya nos íbamos a la casa, cuando vino la sacudida violenta.
Siguió mientras los ojos de Mago se abrían con estupor e incredulidad. Abracé al niño y tomé del brazo a su madre y nos sentamos en una banca. Pasaron los segundos más largos de mi vida sintiendo un sismo.
Sí… Bajo mis pies la tierra se estremecía.
Fue violentísimo el primer sacudidón. Y vino otro más fuerte, a los pocos segundos. El ruido era espeluznante.
Miré la playa Manzanillo solo alumbrada por un reflector y esperaba se retirara el mar… No lo hizo.
Un hombre abrazó a su hijo y emprendió una loca carrera… Decenas de personas que hacían ejercicios huyeron en segundos.
El eco del sismo laaaargo, eterno, me sobrecogió. ¿Cuándo acabará?
Un mariachi a lo lejos amenizaba en la marisquería y con las sacudidas enmudeció. Luego siguió… la fiesta regresó a los 12 minutos, cuando otro remezón, la primera réplica, volvió a ubicarme en la calma, con el pulso cardiaco golpeando mi garganta. ¡Otra vez!
Acapulco estaba en silencio. Sonaron las primeras sirenas de ambulancias en la costera.
El barrio de la playa a oscuras, igual por Costa Azul y parte de la zona Las Brisas.
Vinieron más sacudidas, leves. La gente salió a las calles.
El miedo en las mascotas humanizaba.
Nadie durmió esa madrugada de miércoles 8…
