Por Andrés Campuzano Baylón
En un enorme DC-10 de Cubana de Aviación despegamos del aeropuerto de la Ciudad de México una mañana de julio del año 2001. Íbamos don Leoncio Domínguez, don Lorenzo Álvarez Arroyo —ambos QEPD— y el maestro don Juan Carrasco Vázquez. Dos horas de viaje en aquél enorme pájaro-edificio y llegamos a La Habana.
Entramos al José Martí, el aeropuerto internacional. Pasamos los controles de aduana y en la última puerta ya de
salida de la terminal aérea, unas doctoras, guapas y jóvenes, detectaron que mi amigo Leoncio “a leguas” se veía mal. Su semblante lo revelaba.
Lo interrogaron y llevaron inmediatamente a un cuarto del aeropuerto, le tomaron presión, respiración, pulso y demás y pronto le metieron una pastilla por debajo de la lengua.
—Señor, a usted se le bajó la presión.
Y nosotros bien preocupados.
*“A ver, gordo, ¿qué hacemos? ¿Te dejamos?”
*“¡No seas aguafiesta!”
*“Oye, cabrón, ¡no eches a perder el viaje!”
Pero sacando como se dice “fuerza de flaqueza” o en futbol, echando la garra, y balbuceando, queriendo hablar
con tono firme, espetó:
“¡Todo bien!”
Lo que había sucedido es que en el viaje del Distrito
Federal a La Habana, el gordo se había empujado 5 “cubas-libres” repletas de coca cola. Según la explicación médica, el licor, azúcar, la altura y el sobrepeso del “paciente” le había causado el malestar. Revisión, medicamento y atención gratuita, cero costos.
Fíjense, cómo son las autoridades cubanas que cuidan a una gran fuente de ingresos, como es el turismo que lleva
cada año millones y millones de dólares a la isla caribeña.
* * *
A la caída y desintegración del bloque soviético en el año de 1990, el comandante Fidel Castro y Cuba quedaron
desprotegidos. Las fuentes de ingresos económicos para la isla caribeña cayeron de manera dramática.
Castro pronto decretó un llamado “período especial” en el que llamó a los cubanos no a “abrocharse el cinturón” sino
a amarrarse los pantalones con “mecates” porque era inevitable la escasez de alimentos, medicinas y todos los
artículos que llegaban del exterior a Cuba y que el gobierno liquidaba en rigurosos dólares…, esos millones de dólares
que a la Revolución Cubana le llegaban desde 1959 vía el bloque soviético.
El exilio cubano de Miami y el gobierno de Estados Unidos decían que “sólo es cuestión de tiempo” para que
caiga el comunismo de Fidel Castro.
Sin embargo, Castro Ruz fue hábil y abrió la isla al turismo extranjero y a la inversión que hasta antes de 1990
sólo era exclusivo para los rusos y otros pocos países.
Como avalancha llegaron turistas y empresarios canadienses, mexicanos, españoles, y demás inversores que canalizaron millones de dólares en infraestructura hotelera, telefonía, fábricas cementeras; de exploración petrolera y otras industrias, inédito en un país celoso de su Revolución, conseguida a sangre y fuego en 1959 y encabezada por los hermanos Fidel y Raúl Castro y de Ernesto Che Guevara quienes derrocaron e hicieron huir de suelo cubano al dictador ex presidente Fulgencio Batista.
Hasta antes de 1990, Cuba era celosa de sus fronteras y cuidaba en extremo “no contaminar” a su pueblo y a su
Revolución con actividades llamadas “frívolas”, propias del capitalismo, como decían es el turismo.
Pero la necesidad les impuso esa actividad que increíblemente en corto tiempo se convirtió en la tabla de
salvación del régimen castrista. A la par, una dinámica actividad de política diplomática llevó a Cuba a buscar aliados
en el exterior. Así, el comandante Castro fue a Venezuela, Chile, España, China, Vietnam… y con otros países con los
que ya se tenían relaciones, éstas se fortalecieron con encuentros con dignatarios y empresarios de esas naciones…
desde entonces, la inversión extranjera y el turismo llegó y llega “como cascada” a Cuba.
El gobierno de Cuba cuida tanto al turismo porque es un fuerte ingreso de divisas: en su estancia en la isla, si a algún
turista le va mal, digamos, sufra un asalto o un robo por parte de algún cubano, al delincuente lo castigan con cárcel y casi lo matan.
El turismo es una fuente de ingresos económicos, si a uno lo tratan mal, al país cubano como a cualquier otro, le va
mal.
Por eso, al turista siempre, en cualquier parte del mundo, sobre todo al que viene a Guerrero, hay que tratarlo bien,
¡para que regrese!
El turismo lleva divisas, y éstas dejan prosperidad a la gente de cualquier pueblo del planeta.
*Vivencias (2014).
