• Peripecias aéreas para evitar clima cerrado…
• Llueva, truene o tiemble el fertilizante llegó
Por Jorge Valdez Reycen
A los 3 mil 500 pies de altura, en Chilpancingo la visibilidad era nula, este martes, por la nubosidad, fuertes lluvias y turbulencias. Volar en helicóptero era desafiar a las leyes de la física y al sentido común. Pero no se podía permanecer en tierra… Llueva, truene o tiemble se tiene que entregar el fertilizante a los pueblos de la Sierra.
La ruta fue volar hacia Acapulco, luego al antiguo cuartel militar de El Ticuí, en Atoyac de Álvarez y por radio pedir que el convoy de vehículos bajara por la carretera El Paraíso-Atoyac, desde Puerto Gallo –en el filo mayor de la serranía agreste—, para recoger al gobernador Héctor Astudillo, al súperdelegado Pablo Amílcar Sandoval, al coordinador del Fertilizante, Jorge Luis Gage Francoise, a Juan José Castro Justo, secretario de SAGADEGRO.
Luego, otra vez, a subir la sierra por los pueblos Rincón de las Parotas, Santiago de la Unión, San Vicente de Benítez, El Paraíso y luego al Puerto de Gallo. Esta localidad es crucero para subir a San Miguel Totolapan, bajar por Cruz de Ocote hacia Jaleaca de Catalán o seguir hasta Filo de Caballos.
No había tiempo qué perder. Era ir sí o sí… para Astudillo Flores y para Pablo Amílcar y para Gage Francois. A pesar de las condiciones climatológicas adversas, a pesar de arriesgarse a un percance, a pesar de todo… Fue un periplo lleno de vivencias, un encuentro con la naturaleza salvaje de la sierra, con sus olores y sus colores.
Posiblemente el viaje sirvió para un acercamiento directo entre el mandatario y el funcionario federal. Un intercambio de opiniones y puntos de vista.
Astudillo ha sido explícito en las dos últimas semanas, frente a estudiantes de la FES-Aragón, con los empresarios de todos los rubros, con todos los que lo han acompañado a sus eventos: no se peleará con el presidente AMLO, punto. Tampoco lo hará con Pablo Amílcar, punto. Y si tiene que ir hasta donde todos dicen que es imposible ir, Astudillo está dispuesto a ir con el fin de gobernar bien a este estado y sacarlo adelante.
Si hubieran volado en helicóptero bajo condiciones francamente suicidas, pocos sabrían el enorme riesgo vivido. Igual por tierra, en caminos peligrosos.
Los campesinos y autoridades sierreñas que recibieron a Astudillo y a Amílcar estaban incrédulos que subieran hasta el filo mayor de la sierra. No lo creían. Tenían sus dudas. Apostaban a que todo sería un engaño. Y que llegan, medio doloridos, por el traqueteo, pero llegaron. Ese hecho, por insignificante que aparentemente parece, les cala a la gente. Lo ven como una acción igualitaria: se chingan los jodidos en los caminos polvorientos… pero también los poderosos se chingan parejo.
El güano era antes, ahora es fertilizante, también sirvió lo mismo pa’la milpa que pa’la mota. Jejeje.
La sierra tiene sus códigos de honor, sus leyes no escritas y su propia idiosincrasia. Son descendientes de aquellos soldados franceses derrotados en épicos combates, refugiados tras perder la batalla de Puebla, que huyeron a las tierras del sur. Son güeros, pero no cochos. Algo tuvo esa tierra serrana que cautivó a Lucio Cabañas y a cientos del Partido de los Pobres que levantaron las armas y ofrendaron su vida por condiciones de justicia, desterrar la pobreza y terminar los cacicazgos que expoliaban a familias pobres.
El fertilizante es parte de esa conquista. Y no se puede olvidar.
Entender Guerrero, desde su geografía inhóspita, feraz, inconforme por el atraso ancestral, es una lección de vida que pocos políticos con escasa sensibilidad tienen oportunidad de vivirla, gozarla y disfrutarla. Se necesitan muchos años para entender esos códigos y reglas no escritos en la ley, ni en ninguna Constitución.