Me acuerdo de que en mi niñez oía hablar de novias y novios. Las relaciones de noviazgo eran por cartas, por platicar a escondidas o por simples miradas y sonrisas desde los balcones. Las mujeres estaban en el balcón y los pretendientes en la calle frente a ese balcón en el que, a veces, se asomaba la mujer que amaban.
Los casamientos tenían un estricto protocolo. Primero era la petición de mano. Los papás del novio solicitaban a una persona respetable – casi siempre era el cura- para que acudiera con ellos a pedir a la novia en matrimonio. Llevaban regalos sencillos. Eran bien recibidos en el hogar de la novia, pero ponían plazos de meses para el casamiento. Ese plazo era indispensable para que los novios pensaran y se preparan para su matrimonio.
Así era. Ya no es así. Ahora las parejas se unen sin esos protocolos. Muchas veces se unen sin conocerse. El amor es muy débil, a veces, no existe. La mayoría no se casan. Y muchas veces estas uniones duran muy poco. El resultado: niños sin hogar. Muchos de los problemas que como sociedad afrontamos surgen de esas uniones sin amor, sin compromiso y sin futuro.
Después de mis fracasos he llegado a la conclusión de que escoger pareja es lo más trascendente en nuestra vida. No tener la pareja adecuada provoca innumerables males. Nadie puede ser feliz, ni sentirse satisfecho si vive con quien no debe.
También existen parejas que se empeñan en seguir viviendo juntas a pesar de grandes diferencias, a veces, hasta de faltas de respeto y maltrato físico.
Ahora entiendo el principio bíblico: “dejarán padre y madre y serán una sola carne.”
Dejar a los papás no quiere decir abandono. Quiere decir independencia. ” Ser una sola carne” quiere decir unidad indestructible, respeto e igualdad.
El amor verdadero no permite ni siquiera asomarse a la infidelidad. Si se llega a eso es porque el amor no existe. Ser cabeza de familia no es ser superior. Ser cabeza de familia es ser responsable de ella sin dejar de ser con la esposa ” una misma carne.”
Esto quiere decir igualdad.
