En estos días lluviosos y fríos me llega la nostalgia. Allá en el pueblo en el que vivo me gusta ver la lluvia, mecerse los árboles, ver los relámpagos y oír el fuerte trueno de los rayos. Pronto todo será verde con ese verde intenso que inunda los paisajes porque toda la vegetación se renueva.
En las noches se prenden las luciérnagas y el croar de sapos y ranas es más intenso. Al concluir el periodo de lluvias, los árboles de guayabas, de nísperos, de ciruelas estarán rebosantes de sus frutos, y las pozas de las barrancas estarán llenas y cristalinas. Cerros y llanos serán amarillos por la abundancia de pericón y hasta en las orillas de la carretera, se levantarán airosos lirios rojos y blancos.
Arropado con suéter y sombrero, me acurruco en mi corredor y brotan en mi mente recuerdos y añoranzas. Los niños de mi época hacíamos barcos de papel y los poníamos a navegar en las corrientes de las calles. Al acostarnos con el ruido de la lluvia en las tejas oíamos los cuentos de papá con más emoción y con más imaginación. Al despertar al otro día la neblina arropaba todo.
Parecía un manto de novia cubriendo los patios. La mesa del desayuno se llenaba con toda la familia y parecía que era más fuerte el lazo de unión que nos ataba. Aquí en la ciudad, cuando llueve no se oye caer la lluvia sobre las tejas porque no hay tejas. Corren aguas sucias por las calles de cemento y no hay posibilidad de que el verde intenso inunde los paisajes. No hay paisajes.
Tampoco llanos que se llenen de pericón. La neblina no arropa los patios, ni los árboles de las casas porque la mayoría de las casas no tienen patios ni árboles. Los sapos y ranas no croan porque los muy pocos que se atreven a brincar por las calles son aplastados por los carros. Los motores de autos y motocicletas se mezclan con los ruidos de los rayos y casi nadie mira al cielo para ver los relámpagos.
La lluvia en la ciudad es molesta. En el campo la lluvia es dadora de vida. Las milpas nacen y crecen en estos meses y todo parece renacer. Cuando sale el sol después de la lluvia los cantos de los pájaros se oyen más claros y alegres. Definitivamente me estoy convenciendo de qué vivir en la ciudad es feo y antinatural.