Cultura

La sociedad no puede cambiar si no cambiamos como individuos

 

Por Juan Sánchez Andraka 

Me habló por teléfono la hija adolescente de un gran amigo. Me dijo: Escribiste lo que los de tu generación piensan de la violencia y de la política. Escribe, ahora, sobre lo que los viejitos piensan del aborto, de la homosexualidad y de los matrimonios entre homosexuales. También explica ¿Cómo pueden ustedes, los adultos mayores, decir que viven tranquilos entre todo lo que sucede?

Empiezo por la última pregunta: La paz que sentimos está dentro de nosotros. De los pies a la cabeza tenemos paz, armonía y felicidad.
Alguien dirá que estamos locos. Que no se puede tener paz, armonía y, menos felicidad, con todo lo que está pasando. Contesto: Pase lo que pase afuera, en nuestro interior debe haber paz. Todo lo que está pasando es producto de la mente de hombres y mujeres que no tienen control. El problema no es social. Es individual. Si tenemos paz y armonía en nuestro interior, tendremos felicidad. La sociedad no puede cambiar si no cambiamos como individuos.

Sobre el aborto tenemos la convicción de que es un atentado contra un ser vivo. En el Derecho Romano se dice: “Al infante concebido se le tiene por nacido…” Es decir: Hay un ser vivo desde el instante de la fecundidad, independientemente de las causas y circunstancias en que ocurre esta fecundidad.

Sobre la homosexualidad: Muchos prejuicios provocaron desviaciones. Se condenó al cuerpo humano a ser vergonzoso, inmoral. A la sexualidad se le definía como actividad pecaminosa. Sucia. Se llegó a prohibir hasta los nombres de algunas partes del cuerpo. La represión fue ejercida por gobiernos y por religiones. Como resultado surgieron nombres vulgares y relatos obscenos. Estos nombres y relatos constituían la única “información” que los niños y jóvenes tenían sobre el sexo. Las desviaciones son producto de la represión. Algunos afirman que la homosexualidad tiene su origen en causas biológicas. Sobre esto no tenemos capacidad para opinar. Nosotros creemos que la homosexualidad, en todos los tiempos, es consecuencia de la falta de amor, de la frivolidad y superficialidad con que se vive en el hogar y en todas partes. Es, también, una rebeldía a la represión ejercida desde la antigüedad. Es resultado de nuestro divorcio con la naturaleza. No debemos discriminar, ni agredir a los homosexuales. Esto es criminal. Debemos atacar las causas.

Sobre los matrimonios entre homosexuales: Nosotros nacimos y crecimos en un hogar con papá y mamá. No podíamos imaginar otra forma de matrimonio. Aprendimos que hombre y mujer se complementan. Que el matrimonio es la institución social destinada a la procreación. En la escuela nos definieron así al matrimonio: “Es el contrato civil por medio del cual se unen un hombre y una mujer.”

Sabemos que se promueven leyes para legalizar el aborto –en determinadas circunstancias- y el matrimonio entre seres del mismo sexo-. También sabemos que hay grupos que se oponen a la promulgación de estas leyes. Nosotros no tenemos por qué oponernos. Son nuestras convicciones, nuestros principios los que rigen nuestras vidas, independientemente de las leyes. Respetamos a los que no piensan como nosotros. Todos tenemos los mismos derechos. Las decisiones sobre nosotros mismos, sobre nuestros cuerpos, son decisiones personales.

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