Por Jorge VALDEZ REYCEN
· Amó la vida, creó su legado y dejó honda huella
Después de leche… ¡lo que le eches! Sí, la frase es de Reemberto Valdez Ortega, mi tío-padre.
Práctico, nunca anduvo buscando “chiches a las gallinas”. Todo lo hacía “En un Dos por Tres” y era el mejor cazador de gazapos en su columna “Tiro al Pichón”, firmado por “Escopeta”. Fundador de periódicos como El Sol de Acapulco, El Sol de Guerrero, El Sol de Chilpancingo y La Tarde.
Hoy es el Centenario de su Natalicio. Hace 100 años, un 13 de octubre de 1920, nació en Colotlán, Jalisco –Zona Norte limítrofe con Zacatecas— y su huella honda por la vida dejó una estela de vivencias imborrables en mi memoria.
Desde niño me daba “tostones” y pesos, de domingo. Ya de grande me salvó la vida, al llevarme a Zacatecas, cuando amenazó con matarme un matarife subjefe de la Policía Judicial. Recorrimos media República en un LTD a finales de los años 70’s.
Antes lo hizo con Don Juan Caballero Aburto, con quien tuvieron una amistad entrañable, como hermanos, pero se cuidaban. Relataban viejas anécdotas, vivencias.
–Oye Reemberto. ¿Por qué te quejas tanto del calor? –le dijo una tarde Don Juan a mi tío que manejaba somnoliento por la carretera de Zihuatanejo a Acapulco.
–Mira, yo tengo frío –le dijo. Y hasta su piel se puso “chinita”.
Soltó la carcajada mi tío. ¡Hasta el pinche sueño se me quitó!… Luego los burros. Uno de ellos persiguiendo a la burra.
–¡Ya puso las orejas pa’tras! Y frenó súbitamente. Las carcajadas porque el animal no podía penetrarla.
Luego las anécdotas políticas: El gobernador y general Raúl Caballero Aburto recibió a Don Juan y a mi tío. Lo primero que hizo Don Juan fue reclamar que haya designado como Director de Hacienda a un personaje que no lo bajaba de corrupto.
–¡Te consta! –reclamó airadamente el mandatario a su hermano.
–¡Robábamos juntos! –y aquel encuentro terminaba entre carcajadas entre periodistas y gobernador.
Don Rember comentaba pasajes de su vida, desde jovencito en el rancho “Agua Zarca”, cerca de Totachiche, Jalisco, la tierra de mi abuelo Prisciliano Valdez Gaeta, que se casó con Guadalupe Ortega Mayorga y tuvieron 6 hijos: Concepción, Antonio, Reemberto, Donato, Guadalupe y Jorge. Al estallar la “Guerra Cristera” muchas familias se dividieron y hubo asesinatos. El de mi abuelo lo perpetró un tío, por paga y buscaban a los hijos. Mi abuela huyó de Colotlán con sus hijos y dejó rancho, ganado, casa y pertenencias. La familia estaba en peligro de muerte.
Más de 50 años después, aquel asesino de mi abuelo, postrado en una silla de ruedas, semiciego, sordo y muy enfermo fue encontrado por mi tío.
–Soy Reemberto Valdez Ortega, hijo de Prisciliano Valdez…
Una gruesa lágrima resbaló del ojo de aquel hombre que se encogió de hombros y esperaba la muerte. En el bolsillo derecho del pantalón, mi tío Rember apretó la cacha del revólver .38 “Smith & Wesson”… lo miró por un minuto y me vio que estaba espantado. “¡Vámonos!”… y nos fuimos al cementerio a buscar la tumba del abuelo. No la encontramos. Me dejó una encomienda: “cuando me muera, quiero que mis cenizas sean esparcidas aquí, en Totatiche, donde quedó mi padre”…
Todo era en él aprendizaje en la vida: “El hombre siempre debe ser agradecido”… “Un hombre sin dinero, no es hombre”… “El honor solamente se lava con sangre”…
Él y yo hicimos la edición de un ejemplar de El Sol de Chilpancingo, en una proeza que nos llevó tres ó cuatro días. El lamentó el infarto cerebral sufrido por Don Juan Caballero tras una discusión con la jefa de prensa de Figueroa. Me salvó la vida al sacarme de Guerrero en 1978.
Hay material para 100 columnas y más del dichoso andar de un hombre mordaz, leal y cabal en todo. La voz de Javier Solís fue la mejor para él y conoció el amor de mil maneras y más.
En los 100 años de su natalicio, siguen vigentes sus pensamientos, dichos e historias… y después de leche…
Jorge Valdez, Reemberto Valdez y Pedro Julio Valdez.