Por Andrés Campuzano
@andrescampuzano
Leí –no hace mucho-, un interesante artículo en Verne (El País) de Darinka Rodríguez sobre las reglas no escritas en WhatsApp y de cómo se ha vuelto indispensable para comunicarnos con nuestros familiares, amigos e incluso se utiliza está aplicación para trabajar. La posibilidad de enviar un mensaje y que alguien de nuestros contactos lo reciba de manera instantánea es una de las fortalezas de esta herramienta, sin embargo, también hay excesos.
Por ejemplo, en Verne se nos aconseja preguntar antes de agregar a alguien a un grupo. También, que se tienen que contestar los mensajes que nos envían y no dejar ‘en visto’ a alguien debido a que se considera como ignorar a esa persona y agregaría que es ya una falta de respeto.
Considero que WhatsApp nos ayuda en la cotidianidad de nuestras labores o para saber de los nuestros. Lo que se me hace extraño es que ahora se consideren a las llamadas telefónicos como innecesarias o casi una afrenta. Un amigo me comentaba que su jefe todos los días contesta las llamadas de su teléfono móvil de muy mala manera “es muy grosero”, me dijo y siempre pide que le manden mensajes vía Messenger o WhatsApp.
Para los jefes de prensa es casi lo mismo, de ahí que muchos de ellos –por lo menos en Guerrero- adviertan en sus estados “Ocupado”, “No puedo hablar, solo WhatsApp” y el insufrible “En una reunión”, cuando están consultado sus redes sociales. Si parte de sus funciones en algunos momentos es conciliar, no creo que se logre de manera eficaz mediante esa herramienta.
Luego hay un factor determinante al momento que enviamos un mensaje: la persona le da la entonación que quiere. Sí, esa voz interna que si está molesta nos leerá como sí lanzamos improperios. Los mensajes de voz también pueden evitar esto dentro de WhatsApp pero, ¿a poco no han enviado esos mensajes y han tenido un efecto contrario?
Extraño esos días en que se tenía presente el horario para llamar a alguien y para no hacerlo. SI el teléfono sonaba en la noche era una emergencia, una invitación fugaz o una broma.
Odio, sí odio escribir en el teclado digital de mi teléfono móvil, no obstante, reconozco a quien goza hacerlo y como no mencionar a mis compañeros reporteros que redactan sus notas en sus dispositivos debido a la velocidad con la que tienen que enviar su información
No es una exageración replantearnos el uso de esa aplicación, establecer límites para evitar conflictos, sobre todo – ¡Por favor! – ser amables y no delatarnos con nuestros “estados” como pedantes. Lo que urge es la función que notifiques si una captura de pantalla de la conversación la realizó uno de los contactos porque también hay muchas personas que se valen de esto para intrigar o calumniar a alguien.