En medio de la tragedia, la literatura
Una vida plena de viajes, saltos, traslados, contacto con grandes de la literatura fue la que vivió el escritor austriaco Stefan Zweig, nacido el 28 de noviembre de 1881 en Viena, Austria, y quien se suicidaría junto con su segunda esposa, Charlotte Elizabeth Altmann, el 23 de febrero de 1943 en Petrópolis, Brasil. Esa vida, su cercanía con las letras, la lectura, la literatura le llevó a formar una pluma fina, depurada, delicada y elegante, siendo un autor muy famoso en su época, muy leído.
Sin embargo, este escritor de origen judío también fue un hombre interesado en su mundo, en su actualidad, siendo un activista a través de la palabra, de los textos, de los ensayos. Fue esa inteligencia de entender lo que estaba ocurriendo a su alrededor lo que le llevó a escribir, a veces en clave otras directamente, del peligro en el que se encontraba el mundo. Dos factores fueron los que marcaron ese tono de voz: la tragedia de la Primera Guerra Mundial y la sombra que se extendía por el mundo con el ascenso del nazismo.
Este escritor, autor de novela, poesía, ensayo, teatro, biografías (tarea a la que dedicó gran parte de su tiempo) y textos de no ficción y autobiográficos, creció en el seno de una familia acomodada judía. Se inició en la literatura a través de la traducción y ya en 1901 publicó su primer libro de poesía. Se doctoró tres años después y entonces emprendió una serie de viajes por Europa, para después asentarse en Salzburgo.
La llegada de la Primera Guerra Mundial ensalzó su sentimiento patriótico, que le llevó a ingresar al ejército sirviendo en los archivos de las fuerzas armadas, pero testigo del sufrimiento que la conflagración causaba abrazó el pacifismo, rechazando la guerra. Era el primer aviso que le diría la tragedia que se cernía alrededor del hombre. Acabado el enfrentamiento, todavía en Austria vivió años productivos, publicando libros con muy buena recepción en los que hablaba de temas de interés general para la sociedad como el juego, el adulterio o la prostitución, entre otros.
También fue en esta época en la que dedicó buena parte de su tiempo a escribir sobre grandes personajes de la historia, la mayoría de ellos escritores, entre ellos Balzac, Dickens, Dostoievski, Hölderlin y Nietzsche, pero también de otro tipo como Fernando de Magallanes.
De este modo le alcanzó el ascenso del nacionalsocialismo en Alemania y pronto tocó a su puerta, viviendo un cateo en su casa, lo que le hizo, como judío y por seguridad, cambiar de residencia, primero a París y luego, en 1938, a Inglaterra, a donde llegó ya separado de su primera esposa, Friderike Zweig, y de sus dos hijas. El escritor veía que la sombra del nazismo, que le pareció imparable, se desplazaba consumiéndolo todo por el mundo. Sus libros habían sido prohibidos por el régimen de Adolfo Hitler.
En Londres al año siguiente se casa por segunda vez, con Lotte Altman, y al mismo tiempo su trabajo literario da un vuelco, retrata y habla sobre personajes trágicos o a los que la tragedia los persigue. Por ejemplo, su biografía sobre María Antonieta, princesa austriaca y reina de Francia que terminaría sus días en la guillotina.
Sin embargo, no se siente seguro y decide trasladarse con su esposa a Estados Unidos, donde también ante sus ojos pasa la Europa que se exilia de la guerra, por lo que en 1940 decide mudarse a Sudamérica, a Petrópolis, Brasil, más precisamente, con el fin de empezar una nueva vida.
No obstante, las fuerzas no le alcanzan; junto con su esposa fue encontrado muerto en la cama de su casa el 23 de febrero de 1943. A su lado, en su carta de despedida de este mundo señala: “comenzar todo de nuevo cuando uno ha cumplido sesenta años requiere fuerzas especiales, y mi propia fuerza se ha gastado al cabo de años de andanzas sin hogar. Prefiero, pues, poner fin a mi vida en el momento apropiado”.
Su legado
Stefan Zweig fue un prolífico escritor, con alrededor de una decena de novelas publicadas, otro tanto de libros de cuentos y profusos textos ensayísticos, biográficos y autobiográficos. Es en estos, de acuerdo con expertos, donde más muestra su tristeza y desesperación por el tiempo que le tocó vivir, como ya se dijo el periodo de entreguerras y, sobre todo, el ascenso del nazismo, con su política de exterminio de los judíos. Este desencanto es más evidente en su libro titulado El mundo de ayer, publicado tras su muerte.
De su literatura, además del título citado en el párrafo anterior, también sobresalen la Novela del ajedrez, 24 horas en la vida de una mujer y Carta de una desconocida.
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