Libreta

Drama de Chernóbil no termina…

**Miles los afectados y cientos de muertos; México, afectado por la leche contaminada

 

Por Andrés Campuzano Baylón


La madrugada del 26 de abril de 1986 explotó el reactor nuclear de la ciudad rusa de Chernóbil. Considerado la mayor catástrofe nuclear de la historia, afectó –según cálculos– a unas 600 mil personas y a varios países, entre ellos, México al adquirir cercano al desastre, leche contaminada, a través de la CONASUPO.

Lo de Chernóbil –planta nuclear para producir energía eléctrica–, es gran tragedia que 31 años después de sucedida ha mermado la salud de cientos de miles de niños (ahora jóvenes, los sobrevivientes), de origen rusos que son atendidos en Rusia y Cuba. Otros más, en México en donde por el consumo de leche con partículas radioactivas se vieron afectados varios niños –entre rusos y mexicanos– algunos ya fallecidos.
La tragedia de Chernóbil, 31 años después de ocurrida en el que los estallidos fueron más poderosas que las bombas atómicas arrojadas sobre Hiroshima y Nagasaki, durante la segunda guerra mundial, en 1945, sucedió cuando se experimentaban cosas científicas en la unidad turbo generadora de energía, pero un sobre calentamiento causó la destrucción de la superficie del generador y sobrevino el accidente.

Las cifras de afectados que se estima en miles y en “varios cientos, los muertos”, según el grupo Greenpeace, quizá nunca se sepan en números exactos, pero hoy Chernóbil es una ciudad fantasma. Nadie vive ahí y se le conoce como Pripyat, tenía apenas 25 años de estrenada y contaba con todos los lujos de una ciudad moderna.

ATAUDES DE HORMIGON; UNA CIUDAD FANTASMA…


Según las autoridades rusas los afectados fueron en inicio, unas 600 mil personas que vivían alrededor del reactor.

Según testigos, las dos explosiones ocurrieron a la una de la madrugada con 24 minutos. El primer estruendo provocó un brillo color rojo; el segundo, de color azul celeste y luego se pudo observar el hongo atómico encima de la central nuclear. Se desencadenó entonces una inmediata y masiva contaminación de sustancias radioactivas en áreas próximas como lejanas. El fuego fue apagado 3 horas después, pero la nube radioactiva se elevó a más de un kilómetro y medio.

Esa nube radioactiva viajó y tocó a Escandinavia, Polonia, Checoslovaquia y Austria; rebotó en Los Alpes y regresó a Polonia.
Las víctimas fallecidas directas, de inmediato al desastre que recibieron dosis letales de químicos, fueron trabajadores y bomberos cuyos cuerpos se encuentran en ataúdes de hormigón debido a su alta radiación.

Pripyat, modelo de ciudad en 1970, albergaba a 50 mil habitantes, a los mismos no se les advirtió acerca de la contaminación radioactiva, fueron expuestos a los desechos.

La ciudad quedó vacía 3 horas después de las explosiones, lo mismo fueron evacuadas las poblaciones que estaban 30 kilómetros alrededor del reactor nuclear.

31 años después está prohibida la entrada a la zona, pero Pripyat como todas las poblaciones aledañas (Bielorrusia, Ucrania y Rusia) fueron en un momento saqueadas, a partir de 1991 tras la desintegración de la Unión de República Soviética y Socialista (URSS).

“Pripyat es una ciudad fantasma. Ha habido robos y saqueos. El paseo por ahí, es un viaje al pasado, la diferencia es de que allí no hay ni una sola alma…, ni siquiera pájaros en el cielo…”, han detallado contadas personas que ingresaron a la zona.

“Sólo quedan las ruinas de Pripyat y no hay otro lugar así en el mundo, esto es un escenario postapocalíptico”, subrayaron.
En dos días en esa zona, el cuerpo humano recibe dosis de radiación equivalente a una radiografía o a un vuelo intercontinental. Se advierte que no pueden acercarse mujeres embarazadas o personas con problemas de salud o de sangre.

Para tener idea de la tragedia, minutos después de sucedidas las explosiones, unas 200 personas fueron hospitalizadas, 28 fallecieron por las radiaciones a los pocos momentos, 3 por otras causas y 135 mil forzadas a evacuar el sitio.

Las radiaciones nucleares desencadenaron terribles enfermedades mortales que han matado a miles de personas, hombres, mujeres y niños.
Esas enfermedades son: leucemia y diversos tipos de incidencia de cánceres: de estómago, pulmones, recto, tiroides, médula o sea y del sistema linfático. Problemas severos de corazón, sangre y circulación.

El escenario escalofriante que preocupa es que se estima que estos y los años por venir desarrollan y desarrollarán algún tipo de cáncer, unas 93 mil personas en el mundo, por cosas directas ligadas al terrible problema de Chernóbil.

CHERNÓBIL-MÉXICO-CONASUPO…


“Las nubes radioactivas de Chernóbil estuvieron presentes en varios lugares del mundo”, apuntó un informe oficial.

Es precisamente este punto y su conexión con México. La radio actividad viajó y tocó a Irlanda cuyas fábricas producían leche y mantequilla en gran escala para consumo interno y para exportación.

México a través de la Compañía Nacional de Subsistencia Populares (CONASUPO) compraba leche por miles de toneladas a Irlanda. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomendó suspender compras de alimentos no sólo a Irlanda sino a países afectados por las cosas nucleares, por los restos tóxicos.

En Italia, la policía retiró de almacenes y supermercados productos alimenticios irlandeses.

En cambio, DICONSA –distribuidora de productos básicos entre mexicanos pobres de dinero, filial de la CONASUPO, de la que Raúl, hermano de Carlos Salinas de Gortari, entonces Presidente de México, era el titular,– no sólo desatendió la recomendación sino adquirió en el año de 1987 directamente de Irlanda, 40 mil toneladas de leche en polvo y una cantidad importante de mantequilla que, se sospecha, venía contaminada por sustancias radioactivas de Chernóbil.

Los alimentos se adquirieron a Irish Dairy Board, se trajeron a través de tres barcos chipriotas: “Adventure”, que llegó el 13 de junio de 1987; “Tenacióus”, y el “Runja”, aquél arribó el 17 de junio y el último, el primero de noviembre del mismo año de 1987. Todos entraron por el puerto de Veracruz.

CONASUPO –desaparecida en 1999– tenía la función de hacer llegar a las clases populares, alimentos básicos a precios bajos.

MUERTE DE UNA NIÑA MEXICANA

El 21 de marzo de 1986 nació en el estado de México, la niña Maribel Torres Delgado. Murió 13 años después víctima de cáncer de huesos. Ella al igual como sus compañeritos y compañeritas de escuela habían tomado leche de la CONASUPO.

El padre de la pequeña, un ingeniero de nombre Teodoro Torres Goldaraz, vio cómo se procesaba la leche traída de Irlanda. Jamás imaginó el veneno que compraba para que su hija lo tomara. Cayó enferma, cuando cursaba la instrucción primaria. La llevó al hospital Infantil de la ciudad de México y ahí vio y escuchó que por lo menos una decena de compañeros y amiguitas de su hija, internadas, padecían de la misma enfermedad. Y que los mismos habían ingerido los productos que expendía la CONASUPO traídos de Irlanda.

Pero como la CONASUPO controlaba todos esos productos y manejaba el mercado de la leche, ésta fue vendida –según ha trascendido y publicado por diversos medios de otros países– a trasnacionales que operan en México, como Nestle, Anderson Clayton y Kraff Food, entre otros.

Hoy, el ingeniero vive solo, abandonado por su mujer, triste por la tragedia de su hija, en una casa de Cuautltlán Izcalli. Al final, su pequeña hija falleció de osteosarcoma, un cáncer que daña directamente a los huesos.

Quiso investigar y voces anónimas lo amenazaron. El expediente de la salud desapareció.

El asunto con grado de escándalo, llegó al Congreso en 1995.Se designó una comisión para investigar a la CONASUPO, entre estos “el asunto de la leche”.

Once meses después se desintegró la comisión y se dio “carpetazo al asunto”.

Fue el escritor Guillermo Zamora quien publicó el libro “Caso Conasupo, la leche radioactiva, el crimen más atroz contra el pueblo mexicano”. Único texto publicado sobre el caso. En el mismo, narró que el cáncer infantil aumentó en México, entre 1987 y 1997, un 300 por ciento.

En ese lapso apuntó a manera de denuncia que alrededor de 9 mil niños mexicanos resultaron afectados de cáncer, señaló que la causa directa era el consumo de esa leche, identificó las áreas del país de donde provenían los pequeños y que el 30 por ciento habían fallecido.

EN BALNEARIO “TARARÁ”, CUBA, CON  UN CENTENAR DE NIÑOS RUSOS


Era el año de 1994, estaba en La Habana, de paseo.

Una tarde tomé el automóvil y me dirigí a Guanabo, a unos 25 kilómetros al este de La Habana.

Quiso el destino que mucho antes de tomar la desviación a Guanabo viniendo por la autopista que lleva a Varadero, salí de la cinta asfáltica hacia la derecha, pasé por debajo de la arteria, por abajo de un puente, y me dirigí loma descendente hacia un sitio que se llama Santa María. Una gran franja de playa, el sol caía, y el color turquesa de las aguas lucía magnífico, esplendoroso, impactante.

Del punto desde donde bajaba y hacia la playa han de ser unos 3 kilómetros. Todo es línea recta.

Manejaba despacio, y hacia donde alcanzaba mi vista miré que venían muchos niños caminando en grupo, así como los sacan de la escuela a marchar.
Una vez cerca los miré, pensé que eran niños cubanos. No era así. Todos llevaban gorros. Los dirigía una mujer, pensé que era cubana, muy blanca, guapa, de caderas pronunciadas…

Pero al llegar frente a ellos, pronto caí en la cuenta que no eran cubanos, eran niños rusos, de Chernóbil, que afectados por las radiaciones nucleares habían sido traídos a Cuba, a un sitio que se llama Tarará, localizado entre Guanabo y Alamar.

Tarará, es un balneario para niños cubanos, pero el comandante Fidel Castro lo había habilitado como hospital parta atender a los niños rusos víctimas de las radiaciones. Hasta el 2017, Cuba con y sin la ex URSS había atendido sin ningún costo monetario a unos 25 mil pequeños, de entre 2 y 15 años, víctimas de cáncer de huesos.

Petroshka, entre un mal inglés y español (y yo igual que ella), una mujer de unos 25 años, alta, blanquísima, ni gorda ni flaca, media robusta, pierna maciza, que impresionaba por su guapura, rostro radiante, ojos verdes encendidos, nariz recta, me contó el drama.

Luego, los acompañé a Tarará, que está muy cerca y se llega a pie; estuve hasta ya tarde, ya de noche de ese verano de 1994 y porque lo vi, lo miré y ella lo contó, me conmovió el drama que se vivía (y vive) en el sitio y que comenzó en una tragedia de años idos, a decenas de miles y miles de kilómetros de distancia de la llamada “Cubita la bella”…

Publicado el 24 de mayo de 2017.

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