Por Andrés Campuzano Baylón
De izquierda a derecha: Carlos Fazio, Julio Scherer, Andrés Campuzano y Carlos Marín en las oficinas de la revista Proceso. Foto: Francisco Ramírez.
Corría el año de 1980. Acabo de terminar otra entrevista con el poderoso político y empresario, además de gobernador de Guerrero, don Rubén Figueroa Figueroa. Me dice en la misma que está encantado por un reportaje “en varias partes” y realizado por diversos puntos de la entidad, que le ha hecho a inicio del año la televisión francesa.
“Ya la verá mi amigo, está buena; esté pendiente”, me dice.
Estoy en su despacho en el segundo piso del Palacio de Gobierno, en el zócalo de Chilpancingo.
Es tarde de jueves. En el despacho del gobernador se escuchan las notas que despiden los instrumentos de la Banda de Música de la ciudad que toca allá abajo, en el Quiosco del zócalo.
Me despido del gobernador agradeciéndole la atención por concederme otra entrevista periodística. Me dirijo hacia la puerta, pero el gobernador me dice algo que me hace frenar en seco.
-Amigo Campuzano, dígame en qué puedo servirle: soy su amigo y estoy a sus órdenes…
-Gracias, don Rubén… me siento muy honrado en que tenga este tipo de entrevistas con usted…
-Creo que no me entiende. Yo quiero ayudarlo… cuando usted le pida un favor a algún político o a un funcionario de alto nivel, pídalo para usted, no para otro pendejo. Insisto: en qué puedo servirle…
Una llamada telefónica para él, interrumpió la charla.
Confieso que sí entendía lo que don Rubén Figueroa me decía. Pensé, me está ofreciendo: ¿Dinero? ¿Alguna concesión de taxi? ¿Una casa? Tenía que decidirme muy rápido.
El gobernador colgó el auricular y enfundado en un elegante coordinado color azul marino, retomó la plática: ¿Entonces, mi amigo?
-Mire don Rubén, gracias por lo que me dice… sí, claro, le acepto… en la revista Proceso necesitamos publicidad, yo le publicaría una promoción turística en la contraportada del semanario, a todo color… pondríamos en colores azul, rojo, naranja y plateado, fotos de Acapulco, Taxco e Ixtapa Zihuatanejo. Se me ocurre dibujar un enorme triángulo y escribir: ‘Descubra en Guerrero el Triángulo de El Sol’.
–¿Y le van a dar algo a usted, amigo?
– -Sí, claro, un 15 por ciento.
-¡Magnífico! Publíquelo por todo lo que resta de mi gobierno…
Rubén Figueroa. Foto: Ignacio Ramírez.
Al gobierno del ingeniero Figueroa le quedaban casi un año y 4 meses. Y el compromiso fue que se pagaría todo el contrato con la primera publicación. El licenciado Edmundo Moyo Porras, secretario de Finanzas, me entregó el cheque sin chistar. Era mucho dinero, “muchos pesos de aquellos que valían” pues aún no había crisis económica en el país. Significan varios millones de pesos de “los de ahora”.
Con el documento a nombre de “Comunicación e Información, S. A. de C. V.”, viajé a México. Llegué a las oficinas de Proceso en donde les faltaba mucho dinero para cubrir su nómina y otras deudas. La revista atravesaba por una dura crisis económica derivado de que el pPresidente José López Portillo, fastidiado de que su régimen canalizaba muchos millones de pesos a la revista y cada semana era “tiro por viaje” ridiculizando al gobierno federal, había optado por “la polémica fórmula” de “no pago para que me peguen”, cancelando la publicidad oficial para Proceso. Pronto la revista tuvo que cerrar su agencia de noticias “Cisa-Proceso” y despidió a varios reporteros.
Acá, en Guerrero, yo también quedaba mal, pues no obstante que aunque el dinero que llevé y entregué a don Enrique Sánchez España, gerente de la publicación, y había servido para que Proceso tuviera “un respiro”, en la revista no se medían y denostaban y atacaban, “sin ton ni son”, semana tras semana, todas las semanas, al goal gobierno de don Rubén Figueroa Figueroa.
Don Rubén jamás me reclamó nada a mí. Él tenía su propio criterio sobre don Julio Scherer, el director de Proceso.
Días después del pago, me encontré a la directora de Prensa y Relaciones Públicas del gobierno de Guerrero, doña Bella Hernández Felizardo, quien me dijo muy seria: “Oye, Campuzano, entre Proceso y tú, ¡se llevaron casi todo mi presupuesto del año!”.