Por Juan Sánchez Andraka
Mi papá fue médico homeópata. Tradujo del francés y del portugués textos de medicina homeopática. Desde los años treintas hasta 1978 publicó una revista mensual con datos históricos, costumbres y tradiciones del Estado de Guerrero. El tiraje de esta publicación fue, desde el principio, de cinco mil ejemplares al mes. Tuvo una librería y fomentó la lectura a través de la instalación de bibliotecas parroquiales. Fundó una editorial y publicó varios libros. Escribió mucho.
Narro esto porque un amigo y paisano de Chilapa quiso halagarme diciéndome que soy igual que mi papá. Que en mí nació otra vez, que soy copia fiel.
Yo soy librero desde muy joven. He escrito y publicado algunos libros. Desde hace treinta años, con un equipo, he publicado el cartel Así Somos… con la etimología, historia, costumbres y tradiciones de los pueblos y ciudades del Estado de Guerrero. Fundé una editorial que ha publicado a muchos autores guerrerenses, entre ellos, a Félix J. López Romero.
A pesar de esto, mi amigo no está en lo cierto. Yo no soy igual que mi papá. Soy muy distinto. Mis escritos no tienen la intención que él tuvo en los suyos. Mis creencias, mis propósitos, mis metas son distintos. Por supuesto, tengo su influencia. Hago lo que hago porque me gustó lo que él hacía. Pero no soy copia de mi papá a pesar de conservar los valores que él me inculcó y de considerarlo un ejemplo de conducta y de congruencia.
Muchos padres creen que los hijos les pertenecen y se ilusionan con la idea de que serán igual a ellos. Como si fueran fotocopias. La existencia es originalidad. Cada quien es un ser distinto e irrepetible.
Como padres no debemos promover la imitación. Ser fotocopia es una barbaridad. Somos individuos únicos. Los valores y principios que les inculquemos a nuestros hijos ellos pueden rechazarlos o modificarlos. Aunque sí, debemos aspirar a que no se aparten de la conducta apropiada en la familia y en la sociedad.
Todo fuera distinto si, como hijos, tuviéramos la convicción de que honrar a nuestros padres con nuestra conducta es definitivo. Pero, también, como padres, debemos provocar que nuestro nombre y nuestro recuerdo honren a nuestros hijos, a nuestros nietos y a los que de ellos desciendan. También debemos honrar a nuestro lugar de origen.
Repito: Nuestros hijos no son nuestra propiedad. Son individuos distintos e irrepetibles. Se pertenecen a sí mismos. No pueden ser fotocopias.
