· Ayotzinapa: el ADN de la muerte y caos
· Condena unánime a la violencia de Ayotzi
· Génesis del Caso Iguala… “Tienen dos horas”
Por Jorge Valdez Reycen
La violentísima toma e incendio de la sede del Poder Legislativo guerrerense, ocurrida al mediodía de este martes 22, como parte del argumento de exigir justicia por la desaparición de 43 normalistas de la escuela “Raúl Isidro Burgos”, de Ayotzinapa, ha sido descalificada por el gobernador Héctor Astudillo Flores así como por los sectores empresarial, comercial y los coordinadores parlamentarios de todos los partidos políticos.
No es con violencia, ni provocando destrozos y daños al patrimonio de los guerrerenses como se pueden alcanzar niveles de procuración de justicia, es la lógica y el sentido común. Empero, a pesar de ser el común denominador de quienes deploraron la conducta agresiva, violenta y desafiante a las propias leyes, los estudiantes reeditaron y no dejaron dudas sobre su verdadero ADN: su doctrina es el caos, la anarquía y la muerte.
La incursión de normalistas en el Congreso del Estado fue extremadamente violenta, al hacer estallar un vehículo repartidor robado propiedad de una empresa, y hecho estallar dentro del vestíbulo, al lado del busto de Armando Chavarría Barrera y donde es el acceso al recinto de sesiones y a las oficinas de los legisladores.
Además, decenas de bombas molotov y artefactos explosivos caseros metidos dentro de colchones fueron encendidos y hechos explotar, hasta provocar que toda la estructura se cimbrara violentamente y se escuchara en casi toda la ciudad; colapsaron ventanales a pedradas e incendiaron la biblioteca y varios cubículos donde despachan legisladores de la 62 legislatura guerrerense.
¿A quién beneficia la violencia? A nadie.
Una semana previa a este estallido, las voces de Omar García uno de los “sobrevivientes” de la noche de Iguala y del colectivo de alumnos egresados de la normal admitieron que Ayotzinapa estuvo infiltrada por grupos del crimen organizado y se distribuyó mariguana, metanfetaminas y cristal entre estudiantes. Esto, aunado a que debe investigarse a los que llevaron a más de 100 alumnos de primer grado a Iguala, como parte de la indagatoria ministerial inconclusa, ha provocado reacciones de diversa índole.
Hoy las voces de condena son unánimes de todos los sectores. Nadie justifica a los Ayotzi.
Pero lo increíble es la absoluta complicidad y aquiescencia de una muda “Tlachinollan”, el Centro de Defensa de los Derechos Humanos de la Montaña, que asiste jurídica y mediáticamente en todo a los padres de los 43, soslayando el representante jurídico, Vidulfo Rosales Sierra todo el caudal delictivo de robo de vehículo, uso de bombas molotov y petardos con TNT, que viola la Ley Federal de Armas y Explosivos, asociación delictuosa, sedición, robo con violencia, daños a propiedad privada y a bienes del pueblo perpetrados por sus defendidos.
¿Exigir justicia violando la ley? ¿Fue el Estado o los narcos? ¿Se vale la impunidad de quemar la sede del Poder Legislativo una, dos tres, cuatro y hasta cinco veces?
Ayotzinapa iba a ser cerrada por decisión del Gobierno de la República y Jesús Reyes Heroles, siendo secretario de Educación Pública. Fueron tiempos cuando la UAG también vivía retenciones del subsidio, persecuciones y represión.
Si, desde aquella época setentera y ochentera se pensaba en cerrar las normales rurales del país, porque eran semillero de estructuras juveniles con adoctrinamiento marxista-leninista de corte guerrillero, con tácticas en guerra de guerillas, entre otras materias neofascistas disfrazadas en luchas democráticas populares.
El origen de la tragedia no se esclarece aún: ¿quién los llevó y a qué los llevaron?
¿Tomar autobuses para ir a la protesta del 2 de octubre?… lo hubieran hecho en Chilpancingo.
Algo no cuadra.
Una periodista de Iguala me confió, en una reconstrucción periodística de hechos, que esto le contaron uno o dos testigos que pasó fuera de la tienda Aurrerá, delante de varios “ayotzinapos”:
–¿Quién es el verga aquí? –preguntó un sujeto flaco, con pantalones tipo cholo a los normalistas.
Le hablaron a Julio y éste encaró al vato: ¿Qué pedo?
–Tienen 2 horas para que se larguen a chingar a su madre –le dijo aquel mozalbete de no más de 25 años.
–¿O qué? ¿Nos van a matar? ¡Órale, putos! Nos pelan la verga –retó Julio al vato.
–Dos horas… –volvió a decir el sicario extremadamente calmado, sin gritos y con los dedos de la mano formó la “V”… Dos horas
Eso fue a las 6 y media de la tarde, fuera de Aurrerá…
Dos horas y media después… se desató el infierno.
Julio fue encontrado muerto y desollado a dos cuadras de la primera balacera en el Periférico.
El origen de una tragedia. ¿Se pudo evitar?… por dos horas.