Por Andrés Campuzano
@andrescampuzano
La Covacha fue una de las cafeterías emblemáticas en Chilpancingo. Se localiza en la esquina de la calle Francisco I. Madero y el andador Zapata, en el centro de la ciudad capital. En un mensaje publicado en la red social facebook se anunció el cierre de este negocio.
“Estimados clientes y amigos. Les comunicamos que La Covacha barra de café, después de 18 años ininterrumpidos cerrará sus puertas definitivamente a partir del día 2 de febrero. No olvidemos cerrar ciclos, colocar puntos finales y vivir un montón de historias nuevas. Gracias por su incondicional preferencia y compañía. Hasta siempre”, fue el mensaje publicado cuenta con 464 me gusta, 122 comentarios y se ha compartido 249 veces.
La ubicación estratégica de la cafetería la convirtió en una base y hasta oficina de periodistas, políticos y empresarios. Mi padre Andrés Campuzano Baylón realizó diversas entrevistas para su programa de televisión, su periódico e incluso para dos de sus libros. También se reunía con sus colegas para intercambiar opiniones sobre acontecimientos políticos o deportivos.
Un café americano y un agua natural al tiempo, era lo que siempre pedía mi padre.
Era común pasar por ahí y ver a clientes asiduos como: Ángel y Jaime Irra; Efraín Flores Iglesias, Rafael Solano, Jorge Valdez Reycen, Pedro Julio y Reemberto Valdez Vilchis y muchos etcéteras. Era un espacio propicio para la charla, la discusión.
De encuentros con intelectuales y políticos, no obstante, también de desencuentros con quiméricos personajes, enojados con la vida. Amargados.
Fue un lugar en el que la cultura, la política y el chisme encontraron refugio. La Covacha fue testigo de los acontecimientos políticos relevantes de este siglo, también lo fue de la vida de muchos que gustaban ver salir su café aromático de aquella barra de madera barnizada en el que se podía, además, tomar el periódico del día, la revista 99 grados y observar la variedad de postres para acompañar uno de los mejores cafés en Chilpancingo.
La música del maestro Mandujano con su guitarra era la perfecta banda sonora de una partida de ajedrez teniendo como jugador estelar a don Florencio Salazar Adame.
Fue una plataforma para el intercambio de ideas, pero muchos desdeñaban que se permitiera fumar. Mi padre siempre se quejaba sobre esto, pero había que apechugar si algún amigo soltaba bocanadas incesantes; luego, prohibieron fumar y muchos clientes habituales dejaron de serlo. Como dijo el escritor Alfred Polgar sobre las cafeterías “se sienta la gente que quiere estar sola, pero que necesita compañía”.
Frecuentaba mucho esa cafetería por mi padre y también hice varias entrevistas ahí, la última fue con la diputada Mariana García. Dejé de ir a la Covacha tras la muerte de mi padre, me costaba -cuesta- mucho ver la mesa que siempre elegía vacía y desde la cual se podía apreciar las columnas dóricas del antiguo Congreso y el transitar de personas.
Cerró un símbolo de la capital.
