Opinión

El porqué del malestar de militares y policías

• El Nieto de García Barragán, el mejor policía

• Jueces y CNDH “defensores” de delincuentes

Por Jorge Valdez Reycen

 

El General Marcelino García Barragán fue el secretario de la Defensa Nacional en el régimen del presidente Gustavo Díaz Ordaz y fue gobernador de Jalisco. Su nieto Omar García Harfuch es considerado el mejor policía del país y es Secretario de Seguridad Pública del gobierno de una de las mujeres presidenciable, Claudia Sheinbaum, en la CDMX.

El alto jefe castrense vivió en el año 1968 momentos dramáticos, imborrables, que marcaron su carrera militar el 2 de octubre en Tlatelolco.
El 24 de octubre pasado, García Harfuch dirigió un operativo táctico policiaco sin precedente en el barrio bravo de Tepito, en la CDMX. Allí fue donde se descubrió y desmanteló un laboratorio clandestino de drogas, túneles, hombres armados, estupefacientes y arsenal. Fueron 32 detenidos enviados a un juez de control, quien determinó liberar a 27 por violaciones al debido proceso. Se trata de Felipe de Jesús Delgadillo Padierna, el sobrino de Dolores Padierna, quien no tuvo titubeos al acusar a la corporación de García Harfuch de fabricar delincuentes.

El proceder del juez Delgadillo Padierna causó un hondo pesar en las filas de un amplio sector policiaco. No está de más recordar que la defensa legal de la exsecretaria de SEDESOL y SEDATU, Rosario Robles Berlanga, alega que su clienta es procesada penalmente no por delitos, sino por una venganza personal.

Lo que mueve al análisis es que los policías que sorprendieron a presuntos delincuentes en Tepito, que arriesgaron la vida y hoy temen represalias directas contra sus familias, están indefensos, indignados y sometidos al escarnio por una resolución jurisdiccional apresurada, que dejó en libertad a quienes habían sido sorprendidos en flagrancia en delitos de alto impacto.

Omar García Harfuch defendió y argumentó el operativo táctico, definido como “exitoso”, porque además no hubo un solo disparo de arma de fuego. No se tiene precedente de tal acción.

Las reacciones, que ahora se saben, son de una corporación infiltrada, con mandos sobornados y sometida al asedio de cárteles y grupos criminales. La CDMX vive momentos reveladores: el altísimo consumo de drogas poderosas que se adquieren con pasmosa facilidad. Una red de narcomenudistas que operan en zonas conocidas y giros negros con absoluta libertad e impunidad y la percepción de que jueces podrían estar sujetos de amenazas de muerte, junto con sus familias, si procesan a vinculados con ese multimillonario negocio de las drogas y delitos de alto impacto.

El desánimo policial y militar es obvio. Y las causas son bastante elocuentes. Hoy se sabe de militares retenidos en la sierra guerrerense por gente armada. De soldados vejados en Michoacán, Puebla, Estado de México. La no reacción ante ofensas y agravios, detonó en el fraccionamiento Tres Ríos, de Cualiacán, Sinaloa, en el octubre rojo. Un operativo fallido, inusual, de un grupo táctico de inteligencia militar de élite. La captura de Ovidio Guzmán y el retiro abrupto con la orden “aborten”… “aborten” la operación, dejó un todavía confuso y no esclarecido proceder del Estado mexicano frente al poderío del Cártel de Sinaloa.

La profusa y polarizada reacción que desencadenó ese fracaso documentado, no menguaba cuando en Chihuahua y Sonora una familia de mormones-menonitas de la localidad LeBarón son masacrados inexplicablemente, sin razón, demencialmente. El vuelco de la atención por el “Culiacanazo”, pasó al horrorizado y perturbador escenario internacional de esa masacre de mujeres y niños.

Un senador republicano norteamericano llamó “cuento de hadas” a la frase presidencial “abrazos, no balazos”. Otro más preferiría ir a Siria que venir a México. Y Mister Donald Trump hace retumbar los tambores de guerra contra “los monstruos” y hasta sugiere una acción “rápida y contundente” para exterminar con las bandas criminales del narco.

De menos a más: algo malo pasa con jueces de control que liberan delincuentes.

El desánimo policial y militar silencioso, apenas percibido por el General Gaytán, en un texto “imprudente” que vacunó a la 4T contra un Golpe de Estado.

“El Culiacanazo” desviado por la masacre en LeBarón. La guerra de boots twiteros, con el espionaje a críticos. Y la declaratoria de guerra de Trump que solo espera “una llamada telefónica” para actuar… Piénselo, algo no va bien y en la economía menos.

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