• ¿Es real la última llamada para el PRI?
• Exigen no hacer un “festín de carroñeros”
“El poder, corrompe. El poder absoluto, corrompe absolutamente”: Periodista y político Daniel Cosío Villegas.
Por Jorge Valdez Reycen
El triunfo obtenido por Morena en la elección del 1 de julio pasado fue en gran medida por el hartazgo hacia Enrique Peña Nieto, sus malas decisiones y un movimiento interno priísta que emitió un “voto de castigo” por una sucesión presidencial atípica, que detonó el antipriísmo y la debacle.
Grosso modo, el PRI sufrió también su anunciado ocaso por los escándalos de gobernadores priístas corruptos, impunes y otros procesados aún. Resultado: obtuvo el tercer lugar de preferencias electorales.
Sin embargo, el PRI no desapareció del mapa electoral, a contrapelo de los profetas que lo proscribieron. ¿La última llamada para el PRI será el 2021? La inquietante incógnita, es tanto como aventurada su respuesta. En política nada está escrito, ni todo es producto de la lógica y casualidad.
El PRI abrió la caja de Pandora en su proceso interno de renovación de dirigencia nacional. Para voces como la de René Juárez Cisneros podría ser un “festín de carroñeros” que disputan ferozmente sus despojos. Para otros, la dorada oportunidad de coronar una ambición, disfrazada de aspiración legítima. Empero, podría ser el mejor momento de erigir una sólida oposición a Morena, en lo electoral, pero sin estatura frente a AMLO.
Lo cierto es que el saldo terrible que dejó EPN a su partido es una pesada lápida, un lastre inmenso. Pero no todo es pesimismo: La maquinaria priísta o estructura de bases es la mejor organizada, que podría nutrirse en cantidad por los yerros que comete la nueva administración al despedir a miles de empleados, recortar a miles de trabajadoras de estancias infantiles y generar inconformidades en la sociedad civil.
Es decir: la reiteración de errores o malas decisiones en la conducción de políticas públicas, desde el Palacio Nacional, que no permean en el ánimo y sí provocan desencanto y decepción, podrían reeditar derrotas ahora a los nóveles funcionarios que rebasan los 65 años de edad en promedio. Y sin eufemismos, al propio López Obrador se le diluiría con facilidad la enorme popularidad alcanzada históricamente.
El PRI no murió. Sería una tontería subestimar una derrota dolorosa como su extinción. Y eso lo saben quienes conocen los intríngulis del priísmo. La conducción de Claudia Ruiz Massieu es asombrosamente ágil, de apertura e inclusión, a pesar del momento crítico y frágil de unidad.
Lejos de propiciar un clima de crispación, Claudia abonó a las reglas abiertas de un proceso interno cuidado, a salvo de manos perversas y malévolas que pudieran meter discordias que descarrilen dicho proceso de renovación. Tapó bocas de aquellos que no le daban tablas ni oficio para su legitimación en el liderazgo. Y, al mismo tiempo, abrió el juego democrático a voces francamente inconformes, sin autoridad moral, pero al fin y al cabo actores con presencia y derechos partidistas. Y esto es lo valioso de un partido donde existen fuerzas, alianzas, sectores, organizaciones, centrales… y no dependen de la figura central, omnipresente, omnipotente, que el presidencialismo impuso e impone aún, aunque lo nieguen.
La caja de Pandora se abrió en el PRI y puede haber sorpresas. El clima político es inédito. Lo que venga será motivo de sentar precedentes, por donde lo vea.
Los preparativos dilucidarán el derrotero electoral tricolor. Si en este trance complicado, riesgoso, frágil, el PRI resulta fortalecido, cohesionado, unido… se estará construyendo además un contrapeso necesario para los equilibrios políticos en este país. El triunfo o el fracaso será la gran diferencia por venir.