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Astudillo ignoró los pleitos de Evodio; Las cifras negras del “nuevo” Acapulco

 

Por Jorge VALDEZ REYCEN

 

El mensaje tenía destinatario, con nombre y apellido.

–No me gusta bloquear a nadie –recomendó el gobernador Héctor Astudillo Flores a Javier Taja Ramírez, su principal operador en la construcción de carreteras en el estado.

La frase claro que tenía la explicación de que no se interrumpiera el tránsito durante la inauguración del nuevo tramo carretero Las Cruces-La Cima. No vaya a pensar usted mal, ni a especular que Evodio Velázquez Aguirre era ese destinatario. Ni lo imagine.

Habían transcurrido 18 años desde la última vez que se repavimentó en su totalidad el tramo de Las Cruces-La Cima en la vieja carretera México-Acapulco. Fue en el gobierno de René Juárez Cisneros, con aquellos remanentes de los excedentes petroleros que se repartieron a los gobiernos estatales en la administración de Vicente Fox.

Desde aquella fecha, Acapulco solo ha sido “parchado” en sus principales vialidades de acceso, porque en avenidas, calzadas y calles pavimentadas con concreto hidráulico, los presidentes municipales las han ido haciendo “en retazos”. Excepto la avenida Cuauhtémoc y Costera Miguel Alemán, que eran las únicas mejor transitables ¡en años!

Héctor Astudillo Flores no se ha detenido en su trabajo de hacer obras en Acapulco, a pesar de que en los últimos dos años y medio se han invertido multimillonarios recursos del gobierno estatal. Tampoco se ha enganchado en disputar al alcalde Velázquez los méritos de dichas obras, cuando éste sí lo intentó hacer no hace mucho tiempo.

Astudillo ha sido pragmático en su estilo de gobernar con marcada tendencia a hacer obra pública en Acapulco, a pesar de una actitud egoísta y hasta mezquina del alcalde Evodio Velázquez, en sus celos políticos. Así de claro es el asunto.

Evodio no acepta que su miopía política de confrontación, afecta directamente a sus gobernados. Y en los meses recientes, conforme su administración fenece, su estado de ánimo es irascible, malhumorado, hosco y francamente intratable.

Eso al gobernador le tiene sin cuidado. Aunque ha dado muestras varias y hechos inobjetables de trabajar coordinado con Evodio, éste ha sido desconfiado, mezquino y malagradecido.

Aquí se trata de hacer el bien común y procurar una mejor vida a un municipio que ha sido descuidado en los servicios públicos básicos, incluidas las vialidades.

Astudillo se puso a trabajar y se saltó a Evodio en muchas cosas, porque el alcalde simplemente se mostró celoso, ofendido y rencoroso. Y por si no lo ha notado, Astudillo prácticamente decidió vivir en Acapulco para estar más directamente al pendiente de una serie de obras que su gobierno ha diseñado, ejecutado e inaugurado en los últimos dos años y medio.

La planeación ordenada, con seguimiento a las acciones, es la enorme diferencia de un gobierno estatal que aplica una estrategia, frente a un Ayuntamiento que no optó por una calendarización de obras y recurrió a las ocurrencias, sin planeación. No puedes gastar lo que no tienes presupuestado, es lo que dice el librito de los secretarios de Finanzas.

Acapulco es una de las peores ciudades para vivir. El 78 por ciento de su población vive con miedo por la inseguridad. Es la segunda ciudad con peor nivel de vida. Es una de las cinco más violentas del país. También es su gobierno municipal el más endeudado, opaco y con alto índice de desaprobación ciudadana.

Astudillo sabe que Acapulco debe superar esos niveles negativos, adversos, con obras de gran impacto social. Relanzar el Tianguis Turístico es su emblemático proyecto, pero para eso debes limpiar la casa, hermosear Acapulco, pintarlo, pavimentar sus calles y ofrecer otra imagen.

Tenía 18 años que no se repavimentaba el tramo Las Cruces-La Cima. Hoy es una vialidad modernizada, a la que le falta iluminación y detalles de conservación. Ojalá y a la clase política se pudiera hacer ese tipo de modernidad a su precaria formación con alta dosis de sectarismo y celos políticos.

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